La ansiedad por las inyecciones, conocida clínicamente como belonefobia, afecta a un porcentaje considerable de la población. Y, aunque a menudo se minimiza como un simple temor irracional, en la práctica clínica puede provocar una cascada de respuestas fisiológicas.
Por ejemplo, para los cardiólogos, este fenómeno merece especial atención, ya que puede enmascarar la verdadera presión basal del paciente o incluso desencadenar una respuestas hipertensivas significativa.
Una reacción fisiológica predecible
Cuando un paciente experimenta ansiedad ante una inyección, el sistema nervioso simpático se activa como parte de la respuesta. Esta activación conduce a una liberación rápida de catecolaminas como la adrenalina y la noradrenalina, que provocan vasoconstricción periférica, taquicardia e incremento de la contractilidad cardíaca, elevando temporalmente la presión arterial.
Por ejemplo, este efecto es particularmente relevante en pacientes con hipertensión mal controlada, quienes pueden presentar picos abruptos si no se contextualiza adecuadamente la causa del aumento.
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Hipertensión de bata blanca vs. fobia a las agujas
Aunque la hipertensión de bata blanca es un fenómeno bien documentado, no debe confundirse con la elevación tensional provocada exclusivamente por la ansiedad ante las inyecciones. Mientras que la hipertensión de bata blanca es una respuesta general al entorno clínico, el miedo a las inyecciones es un desencadenante más puntual, centrado en el procedimiento con agujas.
Ambas condiciones comparten un mecanismo común —la activación simpática— pero difieren en intensidad, duración y contexto. En el caso de la ansiedad por inyección, la respuesta puede ser más súbita y coincidir estrictamente con el momento previo o durante el pinchazo.
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Implicaciones clínicas
Los picos de presión inducidos por ansiedad por inyecciones pueden complicar diagnósticos, especialmente durante procedimientos que requieren control estricto de la presión arterial: pruebas de esfuerzo, cateterismos o administración de ciertos medicamentos intravenosos.
En pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular, la respuesta simpática exacerbada puede aumentar la poscarga y el consumo miocárdico de oxígeno, lo que, en casos extremos, puede desencadenar angina, arritmias o eventos isquémicos.
Estrategias para mitigar el impacto
Detección temprana
Incorporar preguntas sobre si el paciente teme las inyecciones puede evitar complicaciones inesperadas.
Técnicas de relajación previas al procedimiento
La respiración profunda, la distracción guiada o incluso el uso de música pueden reducir la ansiedad anticipatoria.
Anestesia tópica
En algunos casos, aplicar anestésicos locales antes de insertar una aguja puede disminuir el dolor percibido y, por ende, el estrés asociado.
Monitoreo continuo
En pacientes con antecedentes cardíacos, se recomienda el monitoreo continuo de la presión arterial antes, durante y después del procedimiento para observar si hay un retorno rápido a los valores basales tras el evento estresante.
Educación del personal de salud
Entrenar a enfermeras y médicos para identificar signos de ansiedad por agujas puede hacer una gran diferencia. La empatía, el lenguaje corporal tranquilo y las explicaciones claras ayudan a disminuir el temor del paciente.
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Consideraciones en contextos específicos
En procedimientos invasivos como cateterismos o la colocación de marcapasos, donde las inyecciones son parte del protocolo, anticipar la reacción del paciente puede evitar complicaciones intraoperatorias.
En entornos ambulatorios, especialmente durante campañas de vacunación o inyecciones subcutáneas frecuentes (como en pacientes anticoagulados o diabéticos), el reconocimiento del componente emocional puede mejorar la adherencia y reducir el ausentismo.
Fuentes Consultadas
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